10. UNA VISITA INESPERADA
VICTORIA:
Había evitado regresar a la casa que compartía con Carlos. Mi tío se había encargado de todo. Yo había escapado a otra propiedad. Después de firmar el contrato con Ricardo Montiel, no quería saber nada más. Fue entonces cuando el dolor de la doble traición me golpeó. Seis años llevaba de relación y jamás sospeché nada. Ana, la amiga que consideraba mi hermana, se había confabulado con mi esposo, el hombre por el cual había enfrentado a mis padres antes de su desastrosa muerte para tenderme una cruel trampa.
Me sentía culpable, porque en la última visita, mis padres intentaron persuadirme de que Carlos solo deseaba mi dinero. Pero estaba ciega. No me molestaba cumplir con todos sus caprichos hasta que me hice cargo de la empresa y vi que el dinero no era tan fácil de ganar.
El discreto refugio que había elegido no era más que una cabaña alejada del tumulto de la ciudad, un lugar sin lujos ni adornos, pero sorprendentemente adecuado para mis pensamientos rotos.
A pesar d